viernes, 17 de octubre de 2014

De Tlahuac, Culhuacan, la incomunicación del DF y una garza blanca

Gracias a un reporte de la Secretaría de Seguridad Pública sobre los eventos masivos en el Distrito Federal, y no a la Secretaría de Turismo, nos hemos enterado de que en el segundo fin de semana de octubre de 2014 se celebraban dos ferias populares en la Ciudad de México dedicadas a San Francisco.

Sin mayor información y atraídos por la fama de las nieves de Tlahuac quisimos acudir para empezar a la primera de ellas, así que abordamos la línea 12 del metro conscientes de que está trunca por un mal diseño, ya que en lugar de construir una línea elevada y otra subterránea quisieron hacerla mixta por el puritito afán de presumir, así que los trenes que servían para un tramo no funcionan para el otro.

Hay una solución de sentido común que es la de prolongar la línea desde la estación Chimalhuacan a Taxqueña. Así tendríamos la línea 11 y la 12, pero a lo mejor alguien tiene la esperanza de robarle más al presupuesto de la Ciudad y en su lugar construir trenes anfibios que vuelen como garzas y se arrastren como gusanos. 


Esa es otra historia, tan o incluso más importante que la que deseamos contarle aquí, el caso es que en la estación anterior a Culhuacan abordamos el camión de la RTP que nos llevó hasta Tlahuac. 


Una vez ahí  preguntamos que donde era la feria pero nadie tenía información. Uno de los jóvenes pasajeros en el camión  nos había recomendado regresar hasta Culhuacan, pero le dijimos que eso es Iztapalapa y no Tlahuac.

Finalmente el conductor de un colectivo nos dijo que el nos acercaba al barrio de San Francisco. Una vez ahí nos perdimos todavía un poco porque para orientarnos nos acercamos a donde estaba la cúpula de una iglesia, pero resultó que no era en esta, sino en otra a un kilómetro de distancia aproximadamente donde se celebraba la fiesta popular.

Después de visitar la iglesia adornada  con la mayor cantidad de flores, y las más grandes que hubiésemos visto nunca antes, nos convencimos que habíamos llegado al lugar correcto. Uno de los murales de la cúpula, representando a un fraile ayudándole a Jesús a descender de la cruz nos recordó la canción de Machado "Quien me presta una escalera para subir al madero a quitarle los clavos a Cristo" Esta asociación de ideas nos empezó a predisponer para la felicidad.

Terminando la misa de 1, una banda de música de aliento nos puso aún más contentos. En el atrio/explanada varias familias o miembros de la comunidad cargaban "toritos" de diversos tamaños y peso, de manera que algunos bailaban vigorosamente debajo de ellos y otros...bueno solo avanzaban con la carga en hombros.

Delante de todos circulaba  una motoneta cargada de refrescos energetizantes, cervezas y comida chatarra; era el abastecimiento para los jóvenes que cargaban los monigotes de cartón. Al parecer eramos los únicos "extranjeros" que disfrutábamos del cortejo, todos los demás gente de la comunidad, de diversas edades: jóvenes profesionistas enfundadas en mallones que resaltaban sus curvas, muchachos atléticos que cargaban a los toros de cartón y alguna persona de la tercera edad que parecía haber participado en el desfile al menos durante el último medio siglo.

Con el Blackberry (teléfono armado en México y por lo cual es mi favorito) descompuesto, batallaba para hacer funcionar la cámara, de manera que me distraje y acabé con el hombro golpeado por la pata de metal de uno de los "toros". Dolíó pero no tanto que abriera la piel, así que tomando más distancia continúe en la divertida procesión.

Pude haber comprado una "cahuama michelada" de 35 pesos, pero temeroso de que no encontrara baños, por si me entraba una urgencia, me abstuve del antojo y proseguí con la manifestación festiva la siguiente hora.



A las tres de la tarde, una vez salpicado de agua bendita, ya tenía hambre; pero decidí acercarme a la otra feria de San Francisco, la de Culhuacan.

Un pesero Minerva nos llevó a la temporalmente cerrada estación Culhuacan del metro. Tampoco encontramos datos precisos de como llegar a la feria así que nos enfilamos hacia el convento, previa parada en "Las Gueras" (dónde esta la diéresis que no la puedo poner)  donde por 22 pesos me sirvieron delicioso mixiote de pollo con nopales, por 15, un taco de barbacoa, por 20, una cerveza, y el abundante consomé con garbanzo y arroz,  no me lo cobraron.

Ya eran cerca de las cinco pero el amable policía nos permitió entrar "de carrera" al museo del convento. A la salida nos encontramos con un estanque del que supimos había sido embarcadero en la época de la colonia. Otro gentílisimo policía bancario ¡Que enorme diferencia hace la cultura del lugar en donde están comisionados los uniformados! nos hizo notar una hermosa garza blanca y nos platicó que hace dos o tres años llegó e impuso su dominio. Se alimenta de los peces del estanque y cuando ha llegado otra garza la ataca como si fuera la única monarca de Culhuacan, obligándola a huir.

Por cierto que eso nos hace pensar si no será una enorme barbarie construir un magno aeropuerto en un vaso, el de Texcoco, que nos puede servir para almacenar las inmensas cantidades de lluvia que caen en el Valle de Anahuac. Esta lluvia podría hacerse caer por gravedad desde el Ajusco y acabar con el problema de la sequía que se ve venir. Bueno, no es casual que estemos sobre una de las ciudades más grandes del mundo, si los primeros pobladores se asentaron aquí es porque había agua en abundancia, no tanto por las águilas que devoran serpientes.

Prometiéndonos volver a la feria del maíz que se celebra el tercer fin de semana de octubre, y para cuya promoción si encontramos carteles, nos preguntamos porque la secretaría de turismo del Distrito Federal no promueve estas ferias populares. ¡Es tan importante que los presos entre el concreto de los edificios de la Benito Juárez y la Cuauhtémoc conozcamos nuestra raíz campestre! Podría apostar que al  menos 5 millones de habitantes del Distrito Federal no han puesto jamás un pie en Tlahuac y que dos millones de personas en Iztapalapa no conocen los dinamos de Magdalena Contreras o los bosques de Cuajimalpa.

¡Hay tanto que hacer en la Secretaría de Turismo para integrarnos! Y algo que puede hacer SEMOVI es dejarse de cuentos con la línea 12 y construir la 11. Tan fácil como otro puente de Taxqueña a Culhuacan y ya tenemos la ciudad comunicada con poco gasto. Además, de esa manera, la línea 12, de Barranca del Muerto a Mexicaltzingo seguirá siendo la más fresca, limpia y agradable de todo el sistema del Transporte Colectivo. Considérelo y compártalo con el funcionario de Miguel Ángel Mancera más cercano a su vecindario.

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